Para que un mensaje sea auténticamente subliminal, si ése fuese de tipo visual automáticamente debemos registrarla sin darnos cuenta de que la vimos; o si fuese un mensaje audible, debemos oír, sin saber qué escuchamos, tal como sucede con el sueño hipnótico. Cuando estamos en trance hipnótico, se nos puede dar instrucciones que se graban en el subconsciente y, posteriormente, cuando termina el efecto del hipnotismo, no recordamos haberlas recibido. Nuestros sentidos reciben estímulos y los codifican en mensajes que en forma consciente envían a nuestro cerebro. Por tanto, el mensaje subliminal es aquel que se vio sin saber qué se vio, o aquel que se escuchó sin saber qué se escuchó, pues nuestros sentidos no dieron aviso a nuestro Yo consciente y por ello, el mensaje no quedó grabado en nuestra memoria consciente, pero sí almacenado en el inconsciente, listo para hacernos actuar impulsivamente cuando sintamos el estímulo o una necesidad específica.
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